Si levantara la cabeza Ernest Hemingway seguro se enfadaría: «My mojito in La Bodeguita; my daiquiri in El Floridita» escribiría de su puño y letra el ganador del premio Nobel de literatura (1954) en las paredes del primero en Cuba. Por supuesto todo ello regado de una buena conversación. Diez años pasó en la isla caribeña donde un trago, esas charlas y saborear un cubalibre eran moneda común en un tiempo que, seguramente, era mejor que el de ahora.
Pero la tecnología a veces termina con la poesía vital de un plumazo. ¿Se imaginan pedir su bebida y que una máquina en mitad de un pub se la sirva tal cual la pidieron? No es un sueño, no. Lo puedes llamar Makr -de apellido Shakr– aunque no responderá si tienes un mal día y quieres compartirlo. Pero servir sí lo hace de maravilla. Con sus dos brazos articulados imita los movimientos de un bartender y haría palidecer de envidia al mismísimo Tom Cruise en ‘Cocktail‘.

Cómo funciona Shakr
Normalmente se usa de exhibición pero es el protagonista de la noche. Desde una tableta con una app desarrollada al efecto, puedes pedir tu copa, con la cantidad exacta, y disfrutar del espectáculo visual de la máquina en movimiento. Destaca en ella ‘Drink Builder’ que tiene infinitas posibilidades de combinación, con los clásicos ya precargados y cientos de diferentes ingredientes a elegir. Semejante prodigio nació en los laboratorios del MIT en Cambridge aunque su implementación fue italiana con la ayuda de diversas marcas de bebidas. Se presentó en 2013 aunque se ha hecho famoso en los últimos doce meses tras ser cada vez más habitual. Y no es el único, tenemos también robots decoradores de pasteles o cocineros.

Efectivo. Visual. Sorprendente. Pero sin tanta alma como el paseo por La Habana Vieja tras estar en La Bodeguita del Medio y beber, como si de Hemingway te tratases, tu mezcla favorita con ron, blanco por supuesto, y más bien seco. Romanticismo frente a innovación. Imposible amor.
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